Especial Halloween III

Tercera y última parte del Especial Halloween sobre extinciones masivas. En la primera y segunda parte, que podéis encontrar en los enlaces, hablé de cómo distintos eventos pueden afectar al clima global y, en consecuencia, poner a la biosfera bajo estrés adaptativo, que culmina con la extinción de unas cuantas especies. 

Hoy me gustaría hacer algo distinto. ¿Alguna vez pensáis en cómo algo que ha pasado hace mucho tiempo tiene consecuencias aún hoy en día? Seguramente los que estéis más puestos en Historia podréis ponerme mil ejemplos de esto; a mí se me ocurre, por ejemplo, cómo el derecho romano sigue influenciando nuestro sistema legal y por eso se sigue estudiando hoy día. En la naturaleza pasa lo mismo. El planeta cambia, los cambios tienen consecuencias y esas consecuencias son la semilla de otra cadena de consecuencias que resultan en el mundo que tenemos ahora. 

Voy a hablar de una de las semillas de la mayor extinción de nuestra historia, la Gran Extinción del Pérmico, hace 255 M.a. Esta semilla, sin embargo, fue plantada cien millones de años antes. Sí, cien MILLONES DE AÑOS, tanto tiempo que no somos capaces ni de imaginarlo. Todo comenzó con una de las explosiones de vida más extraordinarias de nuestra historia y con una molécula que será la gran protagonista de hoy: el oxígeno.

5) Komm süβer Tod


Recreación de un bosque del Carbonífero (redhistoria)

Si tuviese que hacer una lista de las diez muertes más horribles que se me ocurren, la asfixia sin duda estaría en ella. La gran mayoría de seres vivos necesitamos oxígeno para vivir y este es proporcionado por los organismos fotosintetizadores. Sin embargo, el oxígeno es sólo un subproducto; el objetivo real de la fotosíntesis es conseguir materia orgánica a partir del CO2 atmosférico para que estos organismos puedan alimentarse y construir sus cuerpos. Sin embargo, a medida que la atmósfera se iba enriqueciendo en oxígeno, organismos más complejos iban apareciendo y, hace 358 M.a., en el período llamado Carbonífero, tuvo lugar una de las grandes explosiones de vida terrestre. Las protagonistas fueron las plantas, que se diversificaron y crecieron hasta formar enormes extensiones de bosque tropical en el territorio que ahora conocemos como Norteamérica y Europa, que en aquel entonces estaban en el Ecuador. Pero había algo que hoy tenemos y entonces no, algo que cambió por completo la faz y la historia de nuestro mundo: bacterias descomponedoras.

Esquema de la fotosíntesis, siendo la respiración la reacción contraria (Agrotendencia.tv)

Se dice que el Amazonas es el pulmón del mundo, pero eso es una metáfora excesivamente exagerada. El Amazonas produce una enorme cantidad de oxígeno, pero también alberga una enorme cantidad de vida que consume ese oxígeno. Cuando un ser vivo muere, las bacterias descomponen su cuerpo y, en el proceso, devuelven el CO2 que había sido previamente transformado por las plantas a la atmósfera. Por eso el Amazonas sólo es el pulmón de un buen pedazo del mundo, el pulmón del propio bosque. ¿Pero qué pasaría si ese oxígeno no se consumiera? Actualmente las bacterias se encargan de descomponer la materia orgánica, pero en el Carbonífero aún no existían. Los seres vivos se acumulaban en el suelo y eran enterrados en él; así se formaron los yacimientos de carbón que estamos explotando hoy. El CO2 no retornaba a la atmósfera y las plantas seguían fotosintetizando. Actualmente la concentración de oxígeno está en torno al 21% , pero en aquel entonces llegó a alcanzar el 30%. Esto tuvo un enorme impacto en la biosfera. La abundancia de oxígeno convirtió a este período en el infierno de los bichofóbicos, con escolopendras que medían dos metros y libélulas de hasta treinta centímetros. Y sí, había arácnidos, de medio metro...

Yo veo esto y me muero.
Pero, por suerte, el bosque tenía sus días contados. ¿Qué pasa cuando soplas un ascua con mucho combustible alrededor? Exacto, que todo arde. El oxígeno es el alimento del fuego. En un mundo con bichos gigantes la más ligera chispa bastaría para provocar un gigantesco incendio forestal (y recordad que el suelo estaba lleno de plantas secas sin descomponerse). Sin embargo, hoy sabemos que, aunque abundantes, la cantidad de incendios no fue suficiente para balancear la concentración de oxígeno y CO2. ¿Por qué lo sabemos? Porque tenemos constancia de que al final de este período hubo una glaciación. La falta de CO2 provocó un déficit de efecto invernadero. El clima se enfrió y se volvió más árido. Y ese fue el golpe de gracia para los bosques tropicales, que no lo pasaron nada bien y al final se murieron. De repente había un montón de plantas muertas en el suelo. Un montón de materia orgánica. Un montón de comida rica sin aprovechar. Y fue en ese momento cuando las bacterias se pusieron las pilas y evolucionaron para  poder descomponerla. Entramos en el Pérmico.

Ya he hablado del Pérmico en otras entradas y, si las habéis leído, sabréis que había varios motivos por los que este período era un maldito infierno para la vida compleja. Pero las bacterias son menos quejicas. Los climas extremos no son una gran amenaza para ellas. Como había mucha mucha comida disponible, las bacterias se diversificaron rápido y comenzaron su festín, que todavía dura hasta hoy. El buen trabajo de estas bacterias provocó un aumento del CO2 en la atmósfera que puso fin a la glaciación carbonífera... pero también consumieron buena parte del oxígeno de la atmósfera en el proceso. No sólo bajó hasta el 21% actual, sino que siguió descendiendo y descendiendo hasta un 16% (eso es sólo un 1% más del oxígeno que hay en la cima del Everest). Muchos seres vivos simplemente murieron asfixiados.  La gran explosión de vida convertida en la semilla de la  gran muerte. Esto es lo que se llama ironía dramática.

Sin duda la extinción del Pérmico es una de las más interesantes. Parece que el planeta entero conspiró para acabar con la vida y, aunque estuvo cerca, por suerte no lo consiguió. El gran nicho ecológico dejado por todas las especies extintas permitió que en el Mesozoico, la era de los dinosaurios, la vida volviese a florecer... aunque todo eso también terminó con una gigantesca extinción masiva, ¡pero lo importante es que de todo se sale! Bueno, unos sí y otros no. Ya sabéis... el mundo es cruel.

Bibliografía adicional:

David P.G. Bond, Stephen E. Grasby, (2017) On the causes of mass extinctions, Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, 478, 3-29, ISSN 0031-0182, https://doi.org/10.1016/j.palaeo.2016.11.005.

Documental: One strange rock, capítulo 1:  "Breathe", National Geographic

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