Racismo fantástico II: El racismo en el Señor de los Anillos
Creo que debería empezar diciendo: por favor, leed la primera parte de este artículo para entender mejor el contexto antes de seguir.
Si bien la Tierra Media es un
lugar culturalmente muy diverso, más incluso de lo que muestran sus adaptaciones
al cine, e incluso aceptando que sus personajes (o al menos aquellos de los
cuales sabemos su nombre) tienen suficiente profundidad como para no ser
tachados de estereotipos, la lógica racial subyace a la creación de estos
pueblos. En la primera parte de este artículo resumía los principales puntos de
la lógica racial. En esta segunda parte se analiza cómo se presenta esa lógica
racial en el worldbuilding de El Señor de los Anillos.
1) Razas,
esencialismo y jerarquías
Los pueblos de Arda, el mundo creado por Tolkien, tienen un origen creacionista y poligenista. Según el Quenta Silmarillion4, Illúvatar creó primero a los elfos o Quendi y posteriormente a los hombres o Atani. Los enanos, en cambio, fueron creados por el vala Aulë en las profundidades de la tierra, antes de la llegada de los elfos y los hombres, aunque fueron despertados después que ellos. Por último, los orcos fueron creados por Morgoth al corromper a humanos y elfos mediante magia oscura, siendo la única raza que no tiene un origen «natural». Tal y como expliqué en el primer capítulo, el poligenismo ofrecía una causa diferente a la jerarquía racial, pero mantenía sus raíces en la creencia de que dicha jerarquía existe y quienes se encuentran en la cúspide, en lugar de ser los «más evolucionados» son el «pueblo elegido» de una determinada deidad1. En Arda la jerarquía coloca en primer lugar a los elfos y posteriormente a los hombres. Los enanos5 no son tan «perfectos» como estos hijos de Ilúvatar, ya que fueron creados por una deidad menor y, aunque Ilúvatar los bendice, no fueron «enderezados» por él. En último lugar se encuentran invariablemente los orcos.
Lo que vemos en la historia del
viaje de los elfos es una justificación «in lore» de la jerarquía racial
existente dentro de esta raza. Esta clase de justificaciones, o de
explicaciones, son frecuentes y funcionan narrativamente, aportando una
coherencia interna a dichas distinciones. El problema se encuentra en la lógica
racial que los subyace, que no necesariamente debe tener un paralelismo directo
con un estereotipo racial existente, sino que basta con «hacer realidad» el
argumento esencialista que justifica las jerarquías raciales. Esto no quiere
decir que absolutamente todos los individuos de un determinado clan se
comporten estereotípicamente según el patrón que le toca, más bien, dichos
atributos funcionan como limitaciones inherentes que, en concordancia con la
ideología racista, determinan el estatus de los individuos y justifican ciertas
relaciones de poder. Por ejemplo, el reino de Lothlórien está gobernado por
Galadriel, que es Noldor, pero la mayoría de sus pobladores, los Galadrim, son
Silvanos y estos, por mucho que lo intenten, jamás alcanzarán la nobleza y la
sabiduría de sus reyes. La propia Galadriel es mucho más importante y poderosa
que su esposo Celeborn, un Sindar.
2) Bondad,
maldad y estereotipos raciales
En la cosmología tolkeniana, el
Bien y el Mal son objetivos y están claramente definidos. El Bien es
representado por Ilúvatar y los Valar, el Mal está personalizado en Morgoth y
sus siervos. Esta es una visión bastante maniqueísta de la moral, tal vez (esto
es una opinión) influenciada por las creencias religiosas cristianas del autor.
Sin embargo, si miramos al conjunto de pueblos de Arda, sólo los Valar y los
Maiar (deidades menores) funcionan realmente en esta escala de absolutos. En
cuanto al resto, la alineación moral es, cuanto menos curiosa. Todos los
pueblos de la Tierra Media tienen capacidad para hacer el mal, pero no todos la
tienen para hacer el bien. Donde más se nota la influencia de la jerarquía
racial en la alineación moral es en los hombres, los enanos y, por supuesto,
los orcos.
2.1) Hombres
2.2) Enanos
Tolkien se inspiró mucho en la
mitología nórdica a la hora de caracterizar a los enanos, por ejemplo, su
vinculación a la Tierra y su pasión por la minería. Pero no es la única
inspiración que tomaría. Numerosas historias en las que los enanos son
protagonistas tienen la codicia como elemento central. Sin ir más lejos, la
motivación de la Compañía de Thorin Escudo de Roble era recuperar el oro bajo
la montaña y la Piedra del Arca y no tienen reparos en contratar a Bilbo para
robarle al dragón. Sin embargo, no mencionan la piedra hasta llegar a Erebor,
ya que también son desconfiados y herméticos. Según el propio libro: «los
enanos no son héroes»7. Su semejanza con el estereotipo racial judío
es más que evidente, y fue confirmada por el propio autor8. Sin
embargo, existe una evolución notable del tratamiento narrativo de los enanos desde
el Hobbit (1937) hasta el Señor de los Anillos (1954). Gimli rompe en muchos
sentidos con el estereotipo presente en sus predecesores. Es valiente, noble,
letrado y no hay en él una pizca de codicia. Qué ocurrió entre esas dos fechas
que pudiera inducir este giro no es muy difícil de adivinar. No obstante, para
entonces la caracterización de los enanos a partir del estereotipo racial judío
ya estaba firmemente establecida en muchos aspectos. Su tratamiento
definitivamente mejora, pero no deja de estar basado en lógica racial.
2.3) Orcos
“…a huge orc-chieftain, almost a man high, clad in black mail from head to
foot… His broad flat face was swart, his eyes were like coals and his tongue
was red“.
Rostro ancho, plano y moreno,
ojos como carbones y lengua roja. Al igual que sucede con los enanos, los orcos
están construidos en torno a los estereotipos de personas racializadas, en este
caso de la gente de piel negra. Pero a diferencia de los primeros, para los
orcos no hay redención o salvación posible. La escritora de fantasía N.K.
Jemisin escribe sobre ellos en su blog10:
“Think about that. Creatures that look
like people, but aren’t really. Kinda-sorta-people, who aren’t worthy of even the most basic moral
considerations, like the right to exist. Only way to deal with them is to
control them utterly a la slavery, or wipe them all out.
Huh. Sounds familiar”.
«Pensad en ello. Criaturas que
parecen gente, pero no lo son en realidad. Un tipo de «casi gente» que no
merecen ni la más básica de las consideraciones morales, como el derecho a la
existencia. La única manera de lidiar con ellos es controlarlos completamente
esclavizándolos, o eliminarlos a todos. Uh, suena familiar».
Los orcos son «los negros» y a la
vez no lo son. Lo son en el sentido de que su caracterización, tanto física (Fijaos
en la palabra que escoge Tolkien para referirse a su color de piel, «swart»,
que significa «moreno») como psicológica están profundamente inspiradas en un
estereotipo racial muy concreto y evidente. Existe un consenso bastante amplio1 de
que la inspiración más probable para ellos sean los sarracenos y los mongoles.
Sin embargo, no lo son en el sentido de que no pretenden ser una representación
de estos pueblos, ni tampoco de la idea (cualquiera que fuese) que tuviese el
autor de ellos. Lo más probable es que Tolkien se inspirase en los escritos medievales
que narraban las guerras entre musulmanes y cristianos sin considerar que
dichas fuentes no estaban libres de sesgos, prejuicios y estereotipos.
El problema, de nuevo, radica en que los
orcos, conscientemente o no, encarnan un estereotipo racial. N.K. Jemisin
comenta que la comunidad de fans de color de ciencia ficción y fantasía usaban
el término «orcing» para criticar a los autores cuando introducían prejuicios raciales en sus novelas. Y dice textualmente: «Era una reclamación, pero también reconocimiento».
Por todo esto el propio concepto de los orcos tal vez sea irredimiblemente
racista.
3) La
psicología de la raza y el Planeta de los Sombreros
Posiblemente uno de los aspectos
más arraigados del legado de Tolkien a la hora de construir razas es la
asignación de ciertos atributos psicológicos o rasgos de personalidad a
determinadas razas. Y lo más importante al respecto es que, posiblemente él
nunca se hubiera dado cuenta de lo problemático que es esto. En una de sus
cartas11 escribe:
«No hay «simbolismo» alguno o
alegoría consciente en mi historia… Que no haya alegoría no quiere decir, por
supuesto, que no haya aplicabilidad. Siempre la hay. Y como no he constituido
la lucha por entero inequívoca: pereza y estupidez entre los hobbits, orgullo y
[palabra ilegible] entre los Elfos, rencor y codicia en el corazón de los
Enanos y locura y maldad entre los «Reyes de los hombres», y traición y sed de
poder entre los «Magos», supongo que en mi historia hay aplicabilidad a los
tiempos actuales».
Independientemente de que sean
empleados para ensalzarlos, criticarlos o simplemente explorarlos, atributos
como «pereza y estupidez» o «rencor y codicia» son rasgos de personalidad, no
rasgos culturales. La reflexión que realiza Tolkien en esta carta parte de la
idea racista de que existen atributos psicológicos asociados a las distintas
razas, que forman parte de su identidad. Cultura no es personalidad12.
No existen culturas «codiciosas» o «perezosas», sino que estas asociaciones
parten de estereotipos perpetuados a base de la repetición a lo largo del
tiempo. En ficción, al uso de esta retórica se le conoce como «Planeta de los
Sombreros13» y es uno de esos clichés que suelen levantar ampollas.
Su uso descarado es generalmente muy criticado, pero muchas de sus
manifestaciones sutiles suelen pasar desapercibidas, generalmente atribuyendo
ese rasgo de personalidad sospechosamente uniforme a la cultura.
Existen diversos estudios que
intentan arrojar un poco de luz a la cuestión de la relación entre cultura y
personalidad y parece haber cierto consenso en que ambas están
interrelacionadas14,15, ya que la cultura es uno de los muchos
factores ambientales que moldean la personalidad y a su vez se ve influenciada
por el modo de ser de los individuos que la componen, y que hacen que esta
cambie a lo largo de las generaciones. No obstante, dicha relación es compleja,
y los métodos para su estudio tienen muchas limitaciones. Por ejemplo, existe
mucho solapamiento entre poblaciones, de tal forma que decir que las personas
de la cultura «x» son, de media, más extrovertidas que las de la cultura «y»,
es como decir que el alemán medio tiene mayor estatura que el español medio. La
desviación estándar también importa. Además, dichos estudios miden la
personalidad en base a la clasificación del «Big Five» o «Cinco Grandes», es
decir, miden cinco dimensiones de la personalidad muy concretas: extroversión,
responsabilidad, apertura a nuevas experiencias, amabilidad y neuroticismo. No tiene
nada que ver con cosas como la «codicia», la «pereza» o la «maldad». Y, además,
¡sorpresa!, los resultados de dichos estudios no han corroborado ninguno de los
estereotipos clásicos, más bien, han demostrado que dichos estereotipos no son
más que falsedades.
Los estereotipos raciales nacen de
la asociación de atributos psicológicos y sociales a las distinciones físicas
de las razas. Estos atributos no necesariamente han de ser peyorativos, y en
muchos casos, una misma cualidad puede tener diferentes lecturas dependiendo de
quién la posea. Por ejemplo, en el caso de los pueblos germánicos que he mencionado
antes, la fuerza física se asocia al valor, a la virilidad y la destreza
marcial. Mientras que, esa misma característica asociada a los pueblos de
origen africano, implica violencia (incluso en sentido sexual), salvajismo y
crueldad. Estos estereotipos son viejos, mucho más que las obras que se
inspiran en ellos (por ejemplo, el estereotipo racial judío tiene origen
medieval, ya que ellos eran los únicos por aquel entonces cuya religión les
permitía ser prestamistas), además son conocidos, ergo son identificables. Y,
lo más importante, son desiguales en connotaciones. Todas las culturas tienen
un sombrero, pero no todos los sombreros pesan igual. No importa cuánto creamos
en el estereotipo de que los ingleses son esnobs bebedores de té, que se creen
mejores que los demás y no saben beber con moderación; eso no les va a costar
la vida o el trabajo. En cambio, el estereotipo de que los judíos son usureros cuesta
vidas; el estereotipo de que los musulmanes son fanáticos cuesta vidas, y el
estereotipo de que las personas de piel negra son primitivas y violentas cuesta vidas.
4) ¿Qué
hacemos con todo esto?
En su artículo16 sobre
el racismo presente en la obra de Tolkien, Dimitra Fimi arguye que, en El Señor
de los Anillos, la Tierra Media es un lugar donde gente de diferentes razas y
culturas han de unirse para vencer a un enemigo común y que escenas como la de
Sam, reflexionando ante el cadáver de un enemigo sobre si de verdad era malvado
o no, demuestran que la intención de Tolkien no era demonizar o deshumanizar al
enemigo. Que esa clase de complejidades lo eximen de algún modo. Y, en parte
puedo entenderlo y estar ciertamente de acuerdo en que hay valores de nobleza,
amistad, compañerismo y de comunidad muy positivos dentro de la obra de Tolkien.
Pero ese argumento tan sólo malinterpreta y subestima el problema.
Como he indicado con
anterioridad, el problema no está solamente en cómo se emplea la lógica racial,
sino en su mera existencia. Construir razas partiendo de la base ideológica
racista perpetúa dicha ideología y la hace real dentro de su propio universo.
Crear razas a partir de estereotipos raciales reales es dar verosimilitud en
otro mundo a dicho estereotipo e, indirectamente, a los argumentos en contra de
la gente a la que hace referencia. En este sentido, la intención que se le dé es
irrelevante. Aunque los orcos fuesen redimibles, o incluso heroicos, su
caracterización seguiría estando basada en un estereotipo racial muy dañino.
¿Quiere decir esto que deberíamos
quemar nuestras copias de El Señor de los Anillos y condenar a Tolkien? No. Más
que nada porque Tolkien lleva muerto casi cincuenta años y, a no ser que
hagamos una ouija, no va a oír nuestras críticas. El Señor de los Anillos ya no
va a cambiar y va a seguir siendo la gran obra fundacional de la literatura
fantástica que, para bien y para mal, ha influido nuestra forma de hacer
worldbuilding. Personalmente no soy partidaria del argumento de «quedarse sólo
con lo bueno», porque es mirar para otro lado y no arreglar nada. Debemos quedarnos
con lo bueno y a la vez aprender a identificar y señalar lo malo. El Señor de
los Anillos es de mis obras favoritas, lo sigue siendo incluso después de tener
que admitir para mí misma que es racista, más incluso de lo que pensaba en un
principio. Pero sólo así podremos evitar lo que ya ha pasado, lo que está
pasando actualmente: casi todo el mundo se inspira en Tolkien y los
worldbuildings basados en la ideología racista campan a sus anchas en la literatura fantástica.
Bibliografía
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[Citado el: 01 de 06 de 2021.]
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[Citado el: 01 de 06 de 2021.] When Tolkien depicted orcs in ‘Lord of the
Rings’, was he being racist rather than imaginative?.
Hola, que buen artículo, te felicito por la manera tan genial en la que trataste el tema. Estoy escribiendo varios artículo sobre temas relacionados con este, uno sobre la negritud y como es reflejada en la fantasía y ciencia ficción, y otro sobre vampiros y seres sobre naturales negros, sobre todo por un tweet que se hizo medio viral hace poco en twitter y encontrar este artículo ha sido una gran suerte y más cuando lo haz explicado, tendré qe seguir leyendo más tu blog porque me ha encantado esta publicación
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