Canción de hielo y fuego... y pellizcos gravitatorios

Cuando se habla de la "canción de hielo y fuego" de los parajes geológicos normalmente uno piensa en Islandia. A ver, teniendo en cuenta los volcanes, los glaciares, los glaciares sobre volcanes y las fuentes termales es más que comprensible. Disneislandia es una pasada (¿de dónde creéis que es la foto de mi portada?). Pero, ¿de verdad es el lugar que mejor encarna tan épico concepto?

Pues por supuesto que no.

Novata...

Dejad que os cuente una bonita historia:

El "Gran Punto Rojo" de Júpiter e Ío 
vistos por la sonda Juno
En 1979 la sonda espacial de la NASA Voyager 1, la intrépida viajera que recorrió nuestro Sistema Solar, se aproximaba al planeta Júpiter. Era una oportunidad única para estudiar el sistema Joviano. Para la posteridad quedarán siempre las maravillosas fotografías de su atmósfera. Pero hoy no vengo a hablaros de ese enorme ojo rojo, sino del puntito situado a su izquierda: el pequeñito y amarillento satélite Ío.

Ío, un satélite de tamaño similar al nuestro, llamó en un principio la atención por su color, causado por su alto contenido en azufre. La apodaron la "Luna Pizza". Su superficie era bastante lisa, de hecho demasiado. Se echaban de menos unos cuantos cráteres de meteorito más. Parecía que la pequeña luna galileana tenía más intríngulis del que parecía.

Lo primero que hicieron fue medir la temperatura de su superficie, de entre -166ºC y -149ºC, tan fresquito como para hacer que el SO2, que en la Tierra es un gas, se encuentre en estado sólido (sí, en Ío la nieve es amarilla). Pero entonces, mientras repasaba unas fotografías, en concreto esta de aquí abajo, una ingeniera del Jet Propulsion Laboratory, Linda Morabito, dijo: "What the hell is this?" 

Vulcanismo en Ío
¿Un punto blanco? ¿Una aureola? Todos los científicos se miraron unos a otros con cara de incredulidad. Al fondo se escuchó un "oh my f**king God" (no tengo pruebas de esto, pero tampoco dudas). Seguramente alguno recordaba un paper publicado por Stan Peale apenas seis días antes (un aplauso por favor por el timing perfecto) en el que predecía lo que parecía imposible: Ío tenía volcanes. 

Era la primera evidencia de vulcanismo actual en otro mundo distinto al nuestro. Y, sin duda, aparte de Peale, nadie se lo esperaba. No sólo está muy alejado del Sol, sino que es muy pequeño y, por lo tanto pierde calor con mayor rapidez.

La explicación, como muchas de las grandes explicaciones, era sencilla y elegante: mareas.

No sé si alguna vez os habéis parado a pensar qué es una marea. No os voy a aburrir con conceptos físicos (aunque dejaré el artículo al respecto de la Wikipedia para quien le interese). Básicamente es un pellizco gravitatorio. En el caso de la Tierra, la Luna y el Sol "tiran" de nuestro planeta y lo deforman. Sí, lo deforman. El efecto en el agua es el más evidente, pero sabed que la Tierra sólida se mueve unos 20cm con cada marea. La intensidad de este efecto, igual que la atracción gravitatoria, depende de las masas de los cuerpos implicados y es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia. La Tierra y el Sol están a 149.6 millones de Km. Ío está a a sólo 421.800Km de Júpiter. Sus mareas ¡¡¡en roca!!! son de unos 100 metros. No, no me he vuelto loca. Lo dice la Ciencia. Sólo imaginaos a papá Júpiter pellizcándole la mejilla a la pequeña Ío.

Un pequeño apunte: el período de traslación de Ío está sincronizado con su período de rotación (al igual que pasa con nuestra Luna y por eso nos da siempre la misma cara). Este efecto de mareas no tendría lugar de no ser por una interesante cualidad de su órbita llamada "resonancia de Laplace", que hace que las órbitas esta, Europa y Ganimedes estén sincronizadas en una proporción 1:2:4. Esto causa que la excentricidad de la órbita de Ío (su diferencia relativa a una circunferencia perfecta) no desaparezca, por lo que se mantiene elíptica, haciendo que su distancia a Júpiter sea variable.

La fricción que provocan estas terroríficas mareas hace que el interior de Ío esté parcialmente fundido.¿El resultado? Lagos de lava (los paterae) y posiblemente de azufre fundido, gigantescas coladas de lava basáltica y, por supuesto, explosiones que harían enrojecer de pudor a la de Pompeya. Se calcula la nube de gases y piroclastos de Pompeya midió unos 33km. ¿Las de Ío? 460km, según la sonda Galileo

Ahora os preguntaréis, ¿y qué? ¿De qué nos puede servir esto? Pues aparte de que un mundo como Ío podría ser el escenario perfecto para suicidarse de forma épica, o para una batalla final, o para ser la guarida de algún señor oscuro intergaláctico, es una mina gigantesca de metales.


Vale, aquí me estoy colando un pelín. En la actualidad no hay análisis de la composición de las rocas o de los magmas de Ío, pero existen dos potenciales análogos en la tierra: los basaltos de plateau (también, océanos de lava) y las komatiitas (lavas ultramáficas muy ricas en magnesio). Ambos contienen yacimientos de metales del grupo del platino (rutenio, osmio, paladio, iridio y platino) muy usados como catalizadores. También son frecuentes los yacimientos de nickel, cobre e incluso uranio.

Así que tal vez alguna empresa malvada del futuro decida colonizar esta luna para extraer sus tesoros, sin importarle que los astro-mineros puedan ser devorados por una ola de lava, o enterrados en nieve sulfúrica, o las dos cosas a la vez. Seguro que algo se os ocurrirá.

La geoloca.


Bibliografía

Rosaly M.C. Lopes, (2014) Encyclopedia of the Solar System (Third Edition), Chapter 35 - Io: The Volcanic Moon, Elsevier, Pages 779-792,






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